MetroMadrid |
No
era la primera vez que utilizaba la línea uno, pero, de forma incipiente,
pasaba entre las estaciones de Bilbao e
Iglesia un día cuando mis ojos, atónitos, se percataron de que el tren
había pasado por alto una parada. Me dio por mirar al resto de pasajeros,
intentando ver si alguien más se había dado cuenta o sólo eran cosas mías.
Parecía ser que era más lo segundo que lo primero.
Horas
después, cuando llegué a casa, indagué por internet. Para mi sorpresa, resultó
ser que, afortunadamente, mi cabeza no se lo había inventado: se trataba de una
parte del Andén 0 del Metro de
Madrid, la maravillosa estación fantasma
de Chamberí.
Tiempo
después, con la necesidad de visitar lo que hoy se ha convertido en museo y
gracias a la XIV Semana de la Ciencia
madrileña, he tenido la oportunidad de infiltrarme en el Madrid de los años
veinte, época en la que se fundó la estación (que, por cierto, no fui la única,
ya que el evento y la adaptación de los horarios provocaron unas colas, como
poco, interesantes).
Por
mi parte, he de decir que escogí esta actividad dentro de toda la programación
por la atracción que me suponía en primer lugar y por la consecuente
experiencia que viví (y creo que cualquiera compartiría conmigo). Bajar hasta la estación de Chamberí,
centro neurálgico de mitos e historias varias de la capital, fue como un viaje al pasado, ¿acaso puede haber una experiencia mejor en
unas jornadas científicas?
Sin
duda alguna, y sin necesidad de una Semana de la Ciencia (lo que no la
desprestigia en absoluto, más bien al contrario), este tipo de experiencias
ayudan a darnos cuenta de que, a diario, la ciencia nos abre caminos insólitos,
que nunca pensaríamos. Particularmente, considero que es una forma espléndida
de divulgar la ciencia que consumimos y tratamos a diario. Gracias a estas
jornadas, uno se da cuenta de todo lo que hemos evolucionado científicamente,
de forma sutil y atractiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias,